miércoles, 9 de febrero de 2011

06.00-07.00am

Calor en las venas.
Pensamientos confusos.
La calefacción está apagada. Te llega un ligero olor a humedad que te cala el alma.
Frío en los pies. Evidencias inequívocas.

Una puerta se abre. La boca se te seca y el orgullo se esconde debajo del colchón.

Bum Bum, Bum Bum, el corazón se desboca, pierdes la vista en el infinito más próximo.
Clink, Clink, un grifo gotea en la cocina. Te gustaría poder apuñalar al gato que tienes encerrado en las entrañas.

Se acerca, ya está ahí.Sus pasos resuenan en el pasillo.
Una gota de sudor surca los profundos poros de tu piel, esquivando torpemente los nacimientos de tu barba y deteniéndose en la barbilla hasta reunir el valor necesario para arrojarse al vacío.

Inspiras profúndamente. Contienes el aliento.
Ya sabes quien es. No necesitas ver su rostro.

Tu cuerpo es una olla a presión y te sientes como la lata de cerveza que Bart Simpson le agitó a Homer en un mezclador de pintura, por el día de los Santos Inocentes; con todos los glóbulos rojos de tu cuerpo amenazando con expandirse más allá de tu piel.

No hubo palabras ni saludos superfluos. Solo el futuro.
Un, dos, tres, su trabajo ya estaba hecho, tu destino cumplido.

Pero no sufras amigo.Simplemente abre los ojos.
Mientras sigas vivo, podrás seguir soñando. Haz un pis rápido y métete en la ducha. Un café y una magdalena y sal zumbando para el coche que llegas tarde.

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