miércoles, 2 de marzo de 2011

Remordimientos-Redención.

Remordimientos. Sientes como te devoran por dentro. Te asfixian, te revuelven las tripas.Siembran la desesperación.

Quieres gritar. ¿Pero, a quién? ¿Acaso alguien, aparte de ti, tiene la culpa?
Supongo que no, sino, por qué te sientes así.

Vacías tus bolsillos para comprobar por enésima vez que sigues teniendo lo mismo. Reniegas con la cabeza incapaz de asumir la realidad, antes de volver a encender otro cigarrillo.
Lo tenías todo controlado, o eso te creías, y en un segundo, no más, todo  se fue a la mierda. Si pudieras voltear la mesa y romperla a patadas, sé que lo harías. Pero aun así no ahogarías a la rabia de que te invade.

Los músculos de tu cara se contraen palpitantes a la altura de las muelas. Tiemblas sin saberlo. Has metido la pata hasta el fondo y no hay vuelta atrás posible. Tú y tu estupidez  tenéis la culpa; viste hacia otro lado mientras te interesaba.
Pero ahora te salpicó a ti. Palpaste de cerca y con tus ojos la verdad.

Maldices otra vez el día en el que se los presentaste. Ella era inocente y te caía bien. ¿Cómo pudiste llevarla aquel tugurio por cuatro cochinas perras? Fue lo más parecido a una hermana que tuviste y la vendiste como a las demás. La única que te apoyó cuando estabas tan abajo como los excrementos de la misma mierda. La que cansada de luchar contigo se abandonó a tus vicios.

No puedes evitar que las imágenes de las tardes que pasasteis juntos se agolpen en tu mente, entremezcladas con las de su cadáver mancillado.

Te arrancarías la piel a tiras si pudieras.

Nunca quisiste saber que les pasaba a aquellas chicas después de que se las tirasen, eran tan yonkies como tú, y sabes que venderían  su alma por media papela. Pero Candela estaba en la mierda por tú culpa y la urgencia de la siguiente dosis te hizo pensar que con lo colocada que estaba se la follarían sin que se llegase a enterar.

Creías poder recogerla cuando acabaran y compartir la papela con ella para compensarla, pero aquella pandilla de hijos de puta tuvo que rajarla como a un cochino cerdo para satisfacer las fantasías de sus mentes enfermas.

Y para demostrarte lo inmensamente hijo de puta que tú también eras.

Por primera vez sientes algo más fuerte que el mono. Algo que te hace sentir peor, pero que encierra en el fondo una vaga esperanza.
Ahora, que las papelas perdieron todo su significado, quieres  ponerte en paz contigo mismo. Sabes de tu alma sucia y buscas un detergente con desesperación.
Poco a poco un plan va tomando forma en tu cabeza. Te cuesta, hace tiempo que no la usas. Pero tienes una idea bastante clara de cómo vas a luchar por tu imposible Redención.


Redención; no sabes si está a tu alcance. Tus actos son horribles e imperdonables, pero de un lugar más hondo que el propio corazón te nace una fuerza que te arrastra a vengarte. A compensar mínimamente el daño causado.
Sabes quiénes son y donde encontrarlos. No vas a ir a la policía. Te vas a encargar personalmente, y no vas a parar hasta arrojarlos al infierno del que nunca deberían haber salido.
Hace tiempo que no te sientes con tantas energías. Coges un bolígrafo y sobre un papel haces un bosquejo rápido de la  ruta que vas a seguir.
Elaboras una lista con los nombres para comprobar que no se te escapa ninguno. Sientes repugnancia. Todos son ricachones, gente influyente en la comunidad, personas públicas.
Defensores de la moralidad a los ojos de sus vecinos, que se entretienen follándose a drogadictas en sótanos nauseabundos para después desollarlas vivas.
Te tomas un instante para ir al baño y una vez estas preparado sales a la calle con tu viejo chaquetón como compañero.
Son cinco, el primer objetivo te espera.
Sabes que lo más difícil va ser pasar desapercibido, por eso el mejor disfraz eres tú mismo y tu condición. Vas al parque más cercano y arrancas un buen manojo de las rosas más espinosas que encuentras. Las dispones de tal forma que satisfagan a tu plan y asaltas al primer de los asesinos.
Le ruegas que te compre una flor, aseguras que es para comer. Él finge no conocerte, intenta desembarazarse de ti. En la refriega se pincha con las espinas.
Y así tu objetivo se ve satisfecho, para poder pasar al siguiente individuo.
El plan se repitió con idéntico resultado en todos los casos. Todos se escandalizaron, bracearon y se pincharon con las flores.

Un relámpago de sonrisa recorre tus labios mientras sentado a la mesa dispones las cinco agujas dentro de su correspondiente sobre. Redactas con la mejor letra que puedes, que no sin faltas de ortografía, la misma nota quintuplicada y también las introduces en los sobres.
Casa por casa dejas la nota.
 En la última sacas la nota para leerla, a modo de despedida, con cuidado de que no se caiga la aguja.

"Mataste a Candela y yo te mato a ti.
Te regalo la  pistola con la que moriste."

La echas al buzón y te vas. El plan era sencillo, le inyectaste un poco de tu sangre a cada uno sin que se dieran cuenta. Nunca pensaste que tener el "bicho" te podría ayudar.
Tú ya estás muerto, pero sabes que ellos también.
Es un buen momento para desaparecer y pensar en quién te puede fiar una papela que te haga olvidar.

Aunque más que olvidar, lo que quieres es no tener que esperar y que el viaje no tenga retorno.

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